Ingeniería en Industrias Agrarias y Alimentarias en Palencia. La evolución a peor
Después de contaros los buenos tiempos de esta titulación en la entrada anterior, todo lo logrado a pesar de las dificultades y lo que lo hemos disfrutado, ahora hay que contar la parte no tan buena.
El primer revés que sufre nuestra titulación es la implantación de la misma en el resto de universidades públicas (3) de nuestra comunidad el mismo año. Estamos hablando de decisiones en gran parte políticas. La Universidad de León la implanto en Ponferrada, la de Salamanca en Zamora, y la de Burgos en la misma ciudad de Burgos. Las consecuencias fueron muy claras, bajada de alumnos muy fuerte en nuestra titulación. Pero además, al no tener nota de corte, bajó de manera drástica la calidad media del alumnado, reduciéndose esas valiosas interacciones entre alumnos brillante y motivados (aunque algo mantuvimos el tipo). Por otra parte, la mayoría de los alumnos, que antes venían de muchos sitios distintos, pasaron a venir de Palencia y Valladolid casi en exclusiva. Al rodearnos de titulaciones similares perdimos los alumnos de Zamora, Salamanca, Burgos, Ávila, Cantabria, Asturias, entre otros. Como ya hemos contado esto puede ser beneficioso para las economías familiares, pero no lo es para el desarrollo personal de los futuros profesionales, y las complicidades que observábamos en clase (para lo bueno y lo malo, pero complicidades) se fueron perdiendo (normalmente se mantienen las menos positivas). Hay que decir que ninguna de las tres nuevas titulaciones llego a tener nunca tantos alumnos como los que se mantuvieron en Palencia, que pasó de unos 60-70 a unos 30. Además, el dinero destinado a dotar estas titulaciones, tanto de instalaciones como de profesores se desperdigo en varios centros y no se potenció uno de mayor calidad y fortaleza. Finalmente, la titulación en Ponferrada (algún año llego a no tener ningún nuevo matriculado, y eran habituales años con 2 o 3 únicamente) creo que ya no existe y ha sido trasladada a León, la de Burgos se ha transformado a una más orientada a la parte agrícola y la de Zamora se mantiene con un número de alumnos muy reducido (menos de 10 nuevas matrículas por año, en general). En el caso de Burgos o León, donde ya existía el área de Tecnología de Alimentos, debido a que contaban con el segundo ciclo, creo que estos fondos han servido para el crecimiento de estas áreas y áreas afines. Y me consta que en Zamora algunas de las profesoras que allí se encuentran han desarrollado una labor encomiable, a pesar de todas las dificultades.
El segundo revés vino con la implantación del plan de Bolonia. En ese momento la titulación de segundo ciclo, hasta ese momento, de Ciencia y Tecnología de Alimentos pasa a ser un grado. Por tanto, muchos alumnos que hasta el momento cursaban nuestra titulación como opción alimentaria a los 18 años, pasan a preferir la de Ciencia y Tecnología de Alimentos. En general la ingeniería no atrae a muchos alumnos, y los que se sienten atraídos por ella suelen preferir titulaciones como industriales, teleco, caminos, u otras. En el sistema antiguo, con muy pocos centros, carreras duras, y trabajo garantizado, normalmente con buenos sueldos, había otros alicientes, pero hoy en día las carreras relacionadas con la salud y algunas de ciencias tienen mucha más demanda que las ingenierías, sobre todo las llamadas verdes. Otro ejemplo claro lo tenemos en el mucho mayor número de alumnos que tienen las titulaciones de Ciencias Ambientales frente a las de Ingeniería Forestal, con muchos temas en común, y un menor número de parados en las segundas. El hecho de que las empresas hayan bajado enormemente las remuneraciones y el reconocimiento de los Ingenieros, sobre todo los recién titulados tampoco ayuda a revalorizar estas titulaciones, para mi imprescindibles para el futuro de nuestras empresas. Tras este cambio nuestra titulación sufrió un segundo bajón en el número de alumnos, agravándose las consecuencias de los cambios ya comentados. Pero todavía teníamos alumnos de ciudades más cercanas a otros centros, que nos comentaban lo bien que les habían hablado familiares o amigos que habían estudiado con nosotros. Y ante la necesidad de cambiar de residencia para estudiar no se lo habían pensado.
Hasta este momento los problemas que sufre nuestra titulación se deben más a decisiones políticas que a decisiones internas. Nuestra escuela no ha tenido un claro apoyo de los políticos, locales o regionales, y mientras se ha permitido implantar casi todas las titulaciones existentes en nuestra escuela en otras universidades, no nos han permitido implantar nuevas titulaciones ya existentes en otras universidades de la Comunidad Autónoma. El hecho de que la escuela esté situada en una ciudad como Palencia, pequeña capital de provincia, con unos 80.000 habitantes, y sin vida universitaria (es un campus perteneciente a la Universidad de Valladolid) tampoco ayuda. Así, ante la necesidad de desplazarse, muchos alumnos elijan ciudades universitarias, como Salamanca, o más grandes y con más oportunidades a nivel social y laboral. Esto es especialmente grave en el caso de los estudios de doctorado, donde llegan estudiantes de distintas partes del mundo y el tener oportunidades de interaccionar con otras personas de inquietudes similares es muy importante en la motivación profesional. Es curioso que muchos de nuestros alumnos residan en Valladolid, incluso algunos de los que se desplazan desde otras regiones o países para estudiar en nuestra escuela, mientras que muchos estudiantes residentes en Palencia, cuando estudian en la ciudad de Valladolid, prefieren ir a residir a esta ciudad. La distancia entre Palencia y Valladolid es la misma que entre Valladolid y Palencia, por lo que algún motivo habrá para estas decisiones. Los políticos deberán tenerlo en cuenta si quieren que Palencia cambie en un futuro, ya que de momento lo que si se nota es un descenso de la vida social progresivo, cierre de comercios importantes e icónicos, y un abandono cada vez mayor de la gente joven, algo que una universidad potente puede ayudar a cambiar, como lo hizo en un pasado.
El último revés que ha sufrido nuestra titulación no ha tenido que ver con decisiones políticas sino con actitudes internas, según mi punto de vista. Así, aprovechando los cambios en la titulación introducidos para adaptarse a Bolonia, se decide que los alumnos tengan que hacer el Trabajo Fin de Grado en aspectos ingenieriles, preferentemente con proyectos integrales de plantas de producción. Como hemos comentado muchos de nuestros alumnos no se sienten atraídos por los temas ingenieriles, aunque creo que su conocimiento les viene muy bien en su formación y su futuro profesional. Creo que la mentalidad ingenieril es muy útil para el futuro profesional de estas personas, en cualquiera de las potenciales salidas profesionales que tienen, que son muchas. Pero obligarles a trabajar en proyectos muy concretos y muy costosos en tiempo y esfuerzo, y alejarles de lo que puede ser su verdadera pasión, si la tienen, de algunos temas ligados con su futuro profesional, según vemos en las salidas profesionales que tienen la mayoría de nuestros alumnos, o de otros trabajos que podrían desarrollar en las empresas donde realizan prácticas, y por tanto adecuados para su formación y futuro profesional, no ha sido algo positivo. En ningún momento hablo de que no se puedan hacer trabajos de ingeniería, y ojalá se hicieran más, animados por la motivación que puedan aportar algunos profesores, por las prácticas en empresa o por sus posibilidades cara a una carrera profesional. De hecho, creo que las nuevas tecnologías están generando grandes cambios en las empresas y necesitan a profesionales preparados. Pero considero que la multitud de posibilidades laborales que ofrece esta titulación es su gran fortaleza, y el fomentarlas a través de las prácticas en empresa, y de los Trabajos Fin de Grado, es algo necesario y que ayuda al alumno a potenciar su verdadera vocación (que puede ser muy amplia), a mejorar sus posibilidades laborales y a que salgan de nuestra escuela con un gran recuerdo. También es una pena la gran desconexión que hay entre los Trabajos Fin de Grado que se realizan y la mayoría de las prácticas en empresa que hacen nuestros alumnos, en su mayoría centradas en departamentos de Control de Calidad, I+D o Producción. Sería muy conveniente desde una escuela de ingeniería potenciar las prácticas laborales en departamentos de ingeniería, o en empresas dedicadas a estas labores, o a consultorías especializadas. Y si no podemos encontrar prácticas para nuestros alumnos quizás es que no es la salida laboral para la que los debemos encaminar, al menos casi en exclusiva.
Otra consecuencia de esta política, que no es nueva y ya se ejercía en algunas de las escuelas clásicas, consiste en apartar a los alumnos del mundo de la investigación. La consecuencia es clara, y la estamos sufriendo, una mayoría de profesores con otras titulaciones impartiendo clase en estas más ingenieriles, principalmente por falta de Ingenieros doctores y dedicados a temas de investigación e innovación. No tengo nada contra los profesores de otras titulaciones en escuelas de ingeniería, y de hecho creo que el que exista una cierta cantidad es positivo y complementa ciertas visiones. Pero el profesor que ha cursado la misma titulación tienen una visión más global de la misma, las necesidades de los alumnos, su mercado laboral, etc. Un cierto porcentaje de profesores con otras titulaciones es muy positivo, pero el que los de la propia titulación pasen a ser minoría, y en algunos casos casi a desaparecer, creo que no es bueno en general.
A pesar de las dificultades Hemos visto a grandes alumnos realizar una gran carrera en el mundo de la investigación, pero lamentablemente los están aprovechando en universidades de prestigio en otros países. Con los problemas con la tasa de reposición, y otras decisiones internas, se está alejando a buenísimos investigadores de nuestra universidad (en general de muchas españolas). Los profesores que un día entramos con ilusión, y compensamos todas las carencias que nos encontramos con mucho trabajo, ya estamos muy cansados, viendo que a pesar de nuestros logros no se nos valora mucho y no se nos facilitan más medios y mejores condiciones. Antes podía haber dudas sobre si apostar por nosotros o no, pero hoy en día creo que nos lo hemos ganado.
La realidad es que en nuestra titulación el número de nuevos alumnos cada año se sitúa entre 10 y 20, y no existían los filtros del pasado, donde los números clausus elevaban el nivel medio de nuestros estudiantes. Además, estos estudiantes suelen ser de la zona (Palencia y Valladolid en su mayoría), son escasos los que no viven con sus familias, y las interacciones sociales entre ellos se han reducido. Muchos de ellos ni siquiera están muy convencidos de que esta titulación les guste, pero la han elegido por comodidad o por la cercanía a su lugar de residencia. En definitiva la motivación de los alumnos es más baja que en un pasado. Acordaros que en la entrada anterior indicaba lo importantes que son los alumnos, su camaradería y su motivación para el éxito de una titulación.
Para intentar enderezar el rumbo se ha pedido la posibilidad de cambiar la titulación (o incluir alguna nueva) a algo más atractivo para los alumnos, a la vez que útil a lo sociedad. Pero bien decisiones internas de la escuela, bien de la universidad o bien de la Junta (al menos eso nos han indicado) han impedido cualquier cambio en los últimos años, en los que se ha confirmado el declive de nuestra titulación. Tampoco se nos ha ofrecido ninguna solución alternativa.
Como siempre digo, desde la universidad, y más desde una pública, tenemos que centrarnos en los alumnos, en ayudarles a encontrar su pasión, en mejorar sus posibilidades laborales, y en ser útiles a la sociedad, para lo cual tenemos que conocer sus necesidades. Si no nos centramos en esto, y nos preocupamos más de luchas internas, de las relaciones políticas (entendiendo la política de una forma muy amplia) y en intereses personales, estamos condenados a desaparecer, o al menos a mal vivir. Hoy en día se nota un desánimo creciente en la mayoría de los profesores, que ven cada vez más cerca la edad de jubilación como un posible alivio de esta situación. Con todos los cambios tecnológicos que se están produciendo en las industrias agroalimentarias, y la incorporación de nuevas tecnologías, digitalización, robótica, big data, organización de la producción, sostenibilidad, etc., la formación ingenieril es más necesaria que nunca. El futuro de nuestras empresas y de nuestros alumnos está en nuestras manos (aunque si nos ayudan las propias empresas y los políticos será todo mucho más fácil). Que en la mayoría de las escuelas de Ingeniería Agrícola o Agroalimentaria el número de Trabajos Fin de Grado en estos temas ingenieriles y novedosos, y de gran interés para las empresas, sea mínimo es muy preocupante. Como también lo es la falta de adaptación de los planes de estudio a las nuevas necesidades de la sociedad. Y debemos recordar que la única manera de despertar pasión en los alumnos es demostrando esa pasión por parte de los profesores.
Esperemos que el futuro nos vuelva a deparar un nuevo cambio de rumbo, en este caso para mejor.
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