La universidad no es perfecta
Como en estas entradas voy a criticar las actitudes de algunas empresas y alumnos, prefiero empezar dejando claro que lo primero criticable es la actitud de algunos profesores y gestores universitarios. La verdad es que no hablo mal de las empresas ni de los alumnos, al igual que no hablaré mal de los profesores universitarios en general. Hay empresas maravillosas, que consiguen elaborar o comercializar productos de gran calidad, valorando a sus trabajadores y consiguiendo defender precios que les permiten seguir cuidando y motivando a sus trabajadores. De la misma forma hay alumnos ejemplares, que hacen que la vida del profesor motivado sea mucho más fructífera y reconfortante, y que posteriormente dan un gran servicio a sus empresas o a la sociedad. Pero también está el extremo opuesto, y muchas veces la gente solo lee (o escucha) lo que quiere, tomándoselo de un modo muy personal. Por tanto, como hemos dicho, vamos a empezar criticándonos a nosotros mismos.
El sistema universitario español tiene cosas buenas y cosas malas, pero no es perfecto, como casi ninguno. El profesor universitario está obligado a formar a personas, investigar y transferir a la sociedad los frutos de su investigación o su conocimiento. Como todo el funcionariado español, el profesor universitario, una vez consigue la plaza de funcionario, está muy protegido. Y esto puede utilizarse para bien, pero también se puede hacer un uso perverso de esta protección. El trabajo de un profesor universitario debería centrarse en la formación de los alumnos, y realizar investigaciones que aporten cosas útiles a la sociedad. Sin embargo, esto no siempre es así. Hay profesores que utilizan su posición para trabajar lo menos posible y dedican su tiempo a otras cosas, fuera de la universidad. Por suerte son los menos. Hay otros profesores que tienen negocios paralelos fuera de la universidad, en algunos casos ligados a las materias que imparten, y que por tanto pueden aportar esa experiencia en sus clases, pero no se dedican a los alumnos como deberían. Para eso ya existe la figura del profesor asociado, obviamente con mucho menor sueldo, ya que sus obligaciones docentes e investigadoras son menores que las de un funcionario a tiempo completo, por lo que esta actitud no debería ser admisible en un profesor a tiempo completo. Hay otros profesores que dan sus clases de manera fantástica, y por eso son capaces de atraer a muchos y buenos alumnos a sus grupos de investigación, pero esto lo hacen buscando sobre todo su beneficio personal. Estos profesores suelen usar a los alumnos como mano de obra para sus investigaciones, y muchas veces les alejan de cursos y ofertas profesionales que podrían serles de mucha mayor utilidad en su futuro. Y no voy a seguir, pero obviamente el profesor dedicado a sus alumnos, a prepararse bien las clases y darlas de la mejor manera posible, que investigue y transfiera, colaborando con empresas e instituciones, aporte cosas significativas a la sociedad, y que además se preocupe del futuro profesional de sus alumnos, no es el caso de la totalidad de la plantilla universitaria.
A cambiar la situación anterior no ayudan mucho ni las instituciones, ni los sindicatos (que algunas veces parece que se dediquen a proteger más al mal trabajador que al bueno), ni los propios profesores, pero este no es el tema de esta entrada. Sí que hay que decir que estas situaciones se repiten en todas las universidades españolas, en la mayoría de las extranjeras, y en todo tipo de titulaciones.
Lo que el alumno debe hacer es buscar al profesor que le pueda ayudar en todos los pasos de su carrera universitaria, y no fiarse de los profesores más majos, del primero que le ofrezca una beca, o del más brillante. El alumno debe intentar marcar su carrera, ser proactivo, y apoyarse en todos aquellos profesores que le puedan aportar algo. Para ello es bueno que consulte con personas que han pasado anteriormente por su situación, y han estado trabajando en un grupo en concreto, o hayan sido asesoradas por algún profesor. Y que analice no solo si esas personas están contentas o no, sino como les ha ido en su carrera profesional después de esas experiencias, y la relación de esa carrera con las mismas. Algunos profesores son capaces de tener encantados a los alumnos durante unos años mientras les ocultan, o les alejan de otras oportunidades más provechosas para su futuro. Pero para ver eso muchas veces se necesita tiempo. Los casos más extremos son de gente que quiere dedicarse a la investigación, para lo cual se requiere una dedicación especial y muy costosa en años, pero ya hablaremos de ello.
Por mi experiencia, los buenos profesores suelen estar ávidos de buenos alumnos que den sentido a su trabajo. Por tanto, si un alumno les pide más, suelen ser muy abiertos y accesibles. Y este “más” puede ser ampliar la bibliografía de un tema, ayuda en algún trabajo, o incluso desarrollar trabajos de temas que al alumno le motiven, aunque no se los hayan encargado. Cuando esa actitud es “peloteo” se suele notar, pero cuando sinceramente es la demostración de una pasión o ganas de aprender, el alumno puede encontrar personas que de verdad le ayuden en su desarrollo profesional, no solo en una asignatura concreta, sino a lo largo de su carrera. Y si un alumno no encuentra con facilidad a un profesor así en alguna ocasión, mi consejo es que siga buscando, que en todas las universidades y grados hay profesores honestos e implicados.
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