Ingeniería en Industrias Agrarias y Alimentarias en Palencia. Lo que hemos conseguido
En esta entrada (y la siguiente sobre el tema) os quiero contar el camino que ha recorrido la titulación de Ingeniería en las Industrias Agroalimentarias en mi escuela por si estas reflexiones pueden servir a alguien en un futuro, y porque me lo suelen preguntar mucho.
Vamos a empezar por el principio. La titulación se implanto a mediados de los años 90, saliendo los primeros alumnos titulados entre los años 95-96. Se implanto en una escuela con titulaciones de Ingeniero Técnico Agrícola e Ingenieros Técnicos Forestales, siendo también una Ingeniería Técnica. El área de Tecnología de Alimentos no existía y se tuvo que crear. Como en todas estas titulaciones, muchas áreas vieron la posibilidad de expandirse y colocar a su gente, sin que sus líneas de trabajo se orientaran a la nueva titulación, pero realmente pudimos incorporarnos nuevos profesores sin ninguna vinculación previa a la Universidad de Valladolid. Os recuerdo que esta titulación se implantó en el Campus de Palencia. Tampoco existían condiciones adecuadas, las clases se impartían en un edificio medio en ruinas que no tenía permiso de habitabilidad, de los laboratorios o plantas piloto ni hablamos, etc. En resumen, no se empezó en las mejores condiciones, pero nos incorporamos profesores jóvenes (muy jóvenes para lo que hoy es habitual) y con ganas, pero con mucha menos formación que la de los profesores que acceden hoy a la carrera universitaria. La mayoría de nosotros no éramos ni doctores, algo impensable hoy en día.
Quizás lo mejor que tuvo la titulación en aquellos años fueron sus alumnos. Era la única titulación de este tipo en Castilla y León, y la única directamente relacionada con el mundo de los alimentos a la que se podía acceder con 18 años. Las plazas ofertadas se cubrían de sobra, por lo que había nota de corte. Nada parecido a la que se pedía en Medicina u otras titulaciones, pero al menos había una criba. Y la convivencia de buenos alumnos, y motivados, siempre genera cosas buenas. Además, los alumnos venían de toda la comunidad y de comunidades limítrofes, como Asturias o Cantabria. Al tener que residir en Palencia, fuera de sus lugares de origen, se creaba una camaradería especial. Al ser Palencia una ciudad pequeña, las interacciones entre estos estudiantes también eran mayores (hablamos de vida social), y al ser una escuela pequeña, y con profesores jóvenes, el ambiente era muy familiar y cercano, intentándonos ayudar unos a otros. Y el hacer frente a múltiples dificultades también nos unía. En aquella época eran frecuentes las visitas a empresas y solíamos hacer un viaje anual para visitar empresas de otras comunidades autónomas o ferias agroalimentarias. Estos actos también ayudaban a establecer interrelaciones más sólidas. Yo he de reconocer que llegue a la escuela sin tener muy claro si este iba a ser mi futuro, pero lo gratificante del trabajo estos primeros años me convenció. Yo estoy convencido que una de las claves del éxito de una formación son sus alumnos, al menos al mismo nivel que los profesores, y mucho más importantes que los medios u otras cosas.
Otro punto a considerar es que esta titulación apenas era conocida entre las empresas agroalimentarias, que solían contratar a farmacéuticos, químicos, biólogos y veterinarios. Para solventar esta situación potenciamos las prácticas en empresa de nuestros alumnos, además de las visitas ya comentadas, en multitud de puestos de trabajo distintos, de manera que las empresas comprobaran su validez. Así conseguimos ser la escuela de la Universidad de Valladolid con mayor número de prácticas entre su alumnado, estando situados en un campus periférico y siendo mucho más pequeños que otros centros. Pero además hicimos un esfuerzo para conectar los Trabajos Fin de Carrera que realizaban los alumnos con la realidad empresarial, y muchos alumnos hacían su Trabajo Fin de Carrera en las empresas, algo muy raro en aquella época. Fruto de este trabajo muchos de nuestros alumnos encontraron su primer trabajo. El tener alumnos motivados, con ganas de aprender, y de un cierto nivel, también ayuda a los profesores a realizar esta labor, que resulta gratificante, y donde ganamos todos (alumnos, profesores y empresas). No os imagináis como cambia la labor de un profesor en función de la motivación y ganas de aprender de sus alumnos.
Muchos de nuestros alumnos siguieron completando su formación con segundos ciclos, como Ciencia y Tecnología de Alimentos (mayoritariamente en Burgos o Vitoria) o Ingeniero Agrónomo (la mayoría en Palencia). Otros optaban por comenzar su carrera profesional con la titulación “técnica” debido a las ofertas de trabajo que tenían, como he comentado muchas de ellas relacionadas con las prácticas en empresa.
La consecuencia de estas condiciones, buenas y malas, están a la vista, y las podemos resumir en dos puntos. Muchos de aquellos alumnos han desarrollado carreras profesionales muy exitosas, y hoy en día tenemos profesores universitarios en algunas de las mejores universidades del mundo, y egresados trabajando en puesto de gran responsabilidad en grandes multinacionales, o gerentes de empresas. Esta realidad la estamos mostrando a través de la iniciativa “Salón de la Fama” donde entrevistamos a algunos de estos alumnos. Afortunadamente nos siguen teniendo tanto cariño como nosotros les tenemos a ellos, y, al menos yo, nunca he perdido el contacto con muchos de ellos, algo que no es muy habitual en la universidad española. Todavía hay algún grupo que sigue quedando regularmente después de casi 20 años.
Sin embargo, en la universidad tenemos otra función importante, la investigación. Pues bien, a pesar de tener todo en contra en un principio, el trabajo de los profesores, y la colaboración de los alumnos al desarrollar sus Trabajos Fin de Carrera con nosotros, ha permitido que la Universidad de Valladolid se sitúe entre las 200-300 mejores del mundo en Tecnología de Alimentos. Como no éramos nadie en un principio no podíamos pedir financiación en convocatorias de proyectos de investigación (bueno podíamos pedir, pero no nos la daban, y quizás hacían bien), y los medios de los que disponíamos eran mínimo. Pero esta colaboración entre profesores, alumnos, y en muchos casos empresas, hizo que pudiéramos despegar. Años después vendrían las primeras tesis doctorales, las primeras convocatorias de proyectos donde recibíamos financiación, y otros logros. Pero sin esta libertad y estos alumnos nunca hubiéramos llegado a nada. Para “compensarles” por esta colaboración nos volcábamos en ayudarles a seguir su futuro profesional, facilitándoles los primeros contactos con las empresas o recomendándoles lo que creíamos mejor para ellos. Algo que hacíamos muy a gusto.
En el ranking de Shanghái, uno de los más utilizados para clasificar a las universidades, en el área de Tecnología de los Alimentos, nuestra universidad suele situarse por encima (o en el mismo nivel) que universidades como las de Burgos o León, de nuestra misma Comunidad Autónoma, con la titulación de Ciencia y Tecnología de Alimentos. Y el área de Tecnología de Alimentos tiene el puesto más alto en toda la Universidad de Valladolid, donde titulaciones o temáticas como la Química, Física, Matemáticas o Medicina tiene una tradición, y un peso, mucho mayor. En concreto en el campo de la transformación de cereales y la panadería, temática por la que apostamos desde un principio, por cubrir un hueco necesario en Castilla y León, y no repetir temas ya abordados en otras Universidades y centros, somos un referente mundial. Y muchos de nuestros alumnos se han beneficiado de esa labor al conseguir sus primeros trabajos en empresas con las que colaboramos activamente. Esto no solo supone una gran satisfacción, sino que nos ayuda a colaborar con ellos y con sus empresas en la actualidad. Además recibimos demandas de universitarios de todo el mundo para realizar estancias en nuestro centro, y así hemos recibido a doctorando de distintos países, y establecidos lazos de colaboración con universidades de los 5 continentes.
También tenemos que decir que cuando nos “hicimos mayores” y llegaron las tesis doctorales, al menos en mi caso, todos los alumnos que iban terminando seguían un prometedor camino en el mundo académico, o en departamentos de I+D del sector. Esto es algo poco habitual, al menos en este porcentaje. Pero estos frutos e consiguen poniendo al alumno en el centro de tu trabajo, y pensando en sus intereses y su futuro. Y facilitándoles los contactos necesarios para cada caso. Algunos necesitan conocer a los mejores grupos de investigación del mundo, ya que les pueden ofrecer una continuidad en su carrera científica. Pero otros, más motivados por el mundo empresarial, necesitan conocer a las mejores empresas, y enfocar su trabajo a temas más ligados con las necesidades empresariales. Como siempre, tener alumnos buenos y motivados ayuda mucho a realizar esta labor con éxito.
Otra labor que tiene la Universidad es la de la transferencia tecnológica, algo en lo que hemos trabajado mucho, y por lo que somos muy conocidos en las industrias de transformación de cereales, y no solo en las nacionales. Un pequeño fruto de esta labor es este Blog. Pero hay que decir que el Blog, además de para dar servicio a las industrias y profesionales, surge para seguir dando algo más a mis alumnos. Y muchas de las acciones de transferencias las hemos hecho a través de trabajos de nuestros alumnos. Como veis siempre vuelve a salir el tema de los alumnos. No parare de decir lo importante que son los alumnos, lo que ayudan a motivar a un profesor y lo que influyen en lo bien o mal que pueden ir las cosas en una titulación concreta.
Lamentablemente la situación de la escuela, y de esta titulación, ha empeorado mucho, con un declive importante en el número de alumnos, y creo que, en breve, en cuanto a la investigación que se desarrolla. Lo analizaremos en una próxima entrada, porque lo bueno de esto es que podemos sacar muchas enseñanzas.
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